martes, 11 de noviembre de 2014

¿Me miras o me ves?

De repente un día despierto del sueño, ¡es hora de trabajar! Toca desempolvar viejos apuntes, leer, recordar, buscar herramientas y otros medios que me ayuden a preparar los talleres.

Mi planificación es clara y estructurada, en cambio se complica de manera inexplicable, ¿qué sucede? Quizá lo que antes eran personas con síndrome de down, hoy tienen nombres y apellidos y, no solo eso, también unas características físicas y personalidad propias, en función de la herencia recibida de sus padres y del ambiente en que se desarrolle, en definitiva, como todo el mundo. De este modo se rompe el estándar en el que, ni todos son igual de cariñosos, ni felices o les gusta la música. Como suelo decir, al final cada uno es “de su padre y de su madre” y es más probable que se parezca a uno de ellos, o a un hermano suyo, que a otra persona con síndrome de down.

Tampoco existen grados de afectación, es decir, el síndrome de down se tiene o no se tiene, la diferencia radica en el grado de coeficiente intelectual, por lo que entra en juego la estimulación recibida.

Reforzar ciertas habilidades para la vida nos viene bien a todos, pero cuando estás metido en el ajo y tu propósito real es que sumen logros, autonomía y en consecuencia, bienestar, solo piensas en su necesidad individual, una expectativa algo ambiciosa por los recursos limitados, pero también alcanzable en muchas ocasiones. Además te encuentras con problemas de otra índole: auditivo, visual, del lenguaje u otras patologías asociadas como la presencia de un problema cardíaco, tiroideo, neurológico..., barreras que entorpecen su desarrollo a todos los niveles y dificultan aún más el proceso de aprendizaje que, como educador toca minimizar sus efectos. Lejos de frustrarme, ya comprendo la dificultad de la cosa..., toca adaptar toda la planificación al grupo con el que voy a trabajar.

El aprendizaje humano es una habilidad mental. Se puede profundizar en este proceso, sus teorías, tipos, estilos o dificultades, lo cierto es que todos somos susceptibles a dichos factores. Por su parte, las personas con síndrome de down requieren de las adaptaciones necesarias que faciliten este proceso y les ayuden a comprender y asociar conceptos que los demás tenemos la capacidad para hacerlo automáticamente.

A los niños pequeños les enseñan recursos que el día de mañana utilizarán para solucionar los problemas de la vida. A las personas con síndrome de down les enseñamos como aplicar esos recursos para solucionar los problemas de la vida.

Ahora bien... ¿cómo enseñar habilidades sociales, cuando ya de inicio te encuentras con graves problemas de comunicación?, ¿cómo favorecer la responsabilidad que implica el ser adulto si se lo damos todo hecho?, ¿cómo mejorar su autonomía si no les ofrecemos oportunidades reales?, ¿cómo exigir una reacción adecuada si no les proporcionamos recursos adecuados? Estas cuestiones y muchas más son las que el educador se plantea antes de desarrollar su proyecto de intervención, sabiendo que detrás de esos ojos achinados y espontánea sonrisa, todos somos diferentes.

Toca reinventarse, empezar a proyectar de nuevo...

viernes, 31 de octubre de 2014

Filosofía Down

Y al final el sueño me llevó a un mundo de filosofía down... allí contemplé la bella existencia de lo que nunca hubiese imaginado, las mentes y el conocimiento un tanto peculiares que enmascaran la moral de una gran verdad.

Todos hemos visto o conocido alguna vez, alguien con síndrome de down. Todos hemos escuchado, leído o estudiado alguna vez, que se trata de un trastorno genético causado por la presencia de una copia extra o parte del cromosoma 21, denominado también trisomía del par 21.

Dejando de lado los tecnicismos que caracterizan este tipo de discapacidad cognitiva, quiero sumergirme en un mundo tan especial, como las personas que lo forman.

Para que todos nos entendamos, la persona con síndrome de down adquiere una maduración cognitiva aproximada de un niño con 6 ó 7 años de edad, en cambio su cuerpo sí se transforma en una persona adolescente, luego adulta y cada vez más, llega hasta a la vejez, ¡vaya cóctel!

No se trata de entender esto como la película “Big” protagonizada por Tom Hanks. Las personas con síndrome de down no son niños encerrados en un cuerpo de hombre, son personas adultas con las necesidades propias: sociales, fisiológicas básicas, de desarrollo personal, autoestima, vivienda, éxito, amor, aceptación, seguridad... y un tan largo etcétera como la vida misma! Cada uno de estos aspectos es fundamental para una integración lo más completa posible, ¿por dónde empezar?

Aunque parezca misión imposible, las personas con síndrome de down también tienen su plan de vida y lo ideal es empezar a construirlo desde el nacimiento. Aquí entra en juego la amplia labor profesional de educadores y especialistas en cada área, que convierten los aprendizajes en logros y cada logro, en un paso más hacia el bienestar y la calidad de vida, tanto de las personas con síndrome de down como sus familiares y amigos. Ahora no voy a entrar en detalle sobre el papel que ejerce la familia en esta situación, pero sí mencionar que son la mayor fuente de influencia como en cualquier otra familia con hijos sin discapacidad intelectual.

Lo cierto es que sus características les convierten en personas “únicas”, ¿quieres conocerlas? Te las presento... ellos te lo explicarán mejor que yo...


jueves, 30 de octubre de 2014

Plan de Vida

Todos tenemos un plan de vida en todos los aspectos, familiar, social, formativo, laboral, económico, porqué no ecológico... en definitiva, personal. Quizá algunos no lo tengan tan claro..., ¿cómo empezar a construirlo? Mi frase mítica... “soñar es gratis”, que nadie te impida hacerlo.

Los no-soñadores "aconsejan" que... 'eso no vale para nada', 'es una tontería que te esfuerces en hacerlo', 'no lo podrás conseguir'... Vamos a plantear que esas personas nos dijeran justo lo contrario, ¿estarían reconociendo su propio fracaso personal? Seguramente, sí.

¡Empecemos a proyectar sueños! ¿Qué quiero estudiar?, ¿a qué me quiero dedicar el día de mañana?, ¿dónde quiero ir?, ¿qué cosas me gustan y me apasionan? y ¿cuáles no me gustan?...

Soy una de esas que empecé los estudios sin saber muy bien en qué consistía la cosa... una nueva diplomatura llamada Educación Social y la pregunta del millón... ¿eso qué es?, ¿para qué sirve? Harta de responder diplomáticamente a todo el mundo cuando ni yo misma lo entendía mucho, hasta bien entrada la carrera. La respuesta fácil era que no me habían admitido en magisterio (argumento que no recuerdo si llegué a utilizar...). Magisterio era el plan A, un sueño desde niña, cuando enseñaba libros de texto de años anteriores a María, Dani, Pepita, Mari Luz..., muñecos sentados por parejas en unos pupitres improvisados de mi habitación. Ya no era tan importante enseñarles a sumar 2 + 2, cosa que nunca iban a conseguir, si no la pasión con la que les enseñaba a aprender.... eso es! Enseñar a aprender! Si no podía ayudar a niños pequeños, que al fin y al cabo tienen la capacidad y los recursos para hacerlo, ¿a quién podía ayudar a aprender? Creo que incluso me alegré de pasar al plan B.

Durante mi etapa universitaria básicamente aprendí a realizar proyectos de intervención social sin saber si algún día se convertirían en realidad. De todos modos, el sueño inicial estaba cambiando, cogiendo forma y evolucionando hacia alguna parte. Hoy os quiero presentar el resultado de esos maravillosos años, algunas de las chicas que formamos parte del grupo “El reencuentro”: educadora social con menores en riesgo de exclusión, educadora social para la inclusión de la mujer en contextos de prostitución y, una servidora, educadora social con personas con discapacidad intelectual.

Finalmente animaros a comentar como empezó vuestro plan de vida... ¿Cuál era tu sueño?



lunes, 27 de octubre de 2014

Estrenando blog...

Estrenando blog... sin saber muy bien como empezar ni que decir, pero con ilusión de escribir, expresar y compartir esta nueva etapa, impulsada gracias al consejo y apoyo de algunas personas (amigos, profesores...). Me llamo Sonia, soy educadora social y recién estrenada periodista. Escribo diarios, cuentos, cartas... casi desde que aprendí a coger un lápiz. Hoy lo hago a través de la red con la intención de proyectar sueños e ideas tipo, laboral, artístico, social... pero ante todo, inventar y construir con las bases de un plan de vida claro, sólido y fuerte.